Reproducción
El macho es quien toma la iniciativa en la copulación, ya que es él, el que persigue la hembra, primero por tierra y después dentro del agua. El aparejamiento tiene lugar en aguas poco profundas, después de entre seis y ocho rápidos empujes, el acto sexual llega a su fin. El coito se puede repetir después de un rato, hasta veinte veces o bien con la misma pareja o con parejas diferentes.
El aparejamiento puede tener lugar en cualquier época del año, pero la mayoría de nacimientos suelen ser en la estación lluviosa (de abril a mayo en el norte de Sudamérica y en octubre al sur del continente). Generalmente, cada hembra pare una vez por año, pero si las condiciones climáticas son favorables pueden hacerlo dos veces. El periodo de gestación dura unos 110 días en la subespecie septentrional y unos 150 en la meridional. Los capibaras son multíparos, y cada parto se compone de una media de cuatro crías, pero puede variar entres dos y ocho. Las hembras tienen diez mugrones que están colocados por parejas en el vientre.
No construyen nidos, y pueden dar a luz en cualquier sitio de su territorio. Las crías son marcadamente precoces, pesan aproximadamente 1500 g al nacer, presentan un pelaje completo y con los dientes permanentes. Poco después del nacimiento, las crías son capaces de comer hierba y pasan a ser independientes después de tres o cuatro meses. Las crías forman un grupo propio dentro del grupo principal. Ambos sexos asumen la madurez sexual aproximadamente a los veintidós meses de edad.
La longevidad de los capibaras en estado natural varia entre ocho y diez años, mientras que los ejemplares en cautividad pueden llegar a los doce años.
Enemigos naturales
Los enemigos naturales más destacados del capibara son sobre todo félidos como el jaguar o el ocelote, pero también los perros venaderos y los caimanes. A veces, las crías son víctimas de aves de presa como las harpías, o de reptiles como la anaconda.[5]
Relación con los humanos
Los pueblos indígenas sudamericanos ya cazaban el capibara para consumir la carne procesando la piel y utilizando los dientes incisivos con fines decorativos. Los capibaras también tienen un papel en la mitología de estos pueblos. En las creencias tradicionales de los Yanomamos, cada recién nacido tiene un doble en forma de capibara o de tapir que le da la fuerza vital: si el doble animal se muere, también morirá la persona.
Caza y usos
Los carpinchos son cazados por su piel y su carne. En muchas regiones hay cazadores profesionales nombrandos «carpincheros», que ejercen la caza con fines comerciales, también son muy numerosas las personas que los caza para uso propio. El cuero del capibara, de marrón claro y con pequeñas manchas más claras, es especialmente apreciado en Argentina. Además de guantes, cinturones y chaquetas de cuero, también se hacen sillas de montar y bridas. En la parte sur de se hace servir una aceite obtenido de la grasa subcutánea del carpincho como remedio natural.
La carne del capibara tiene un olor fuerte, es consumida especialmente en Venezuela, donde la secan, la ponen en escabeche y se la comen los días de ayuno. Es creencia extendida en Sudamérica que existe un documento eclesiástico oficial, que permitía clasificar al capibara como pescado, por motivo de su modo de vida, su olor similar al del pescado y su piel poco peluda, es una leyenda, y existen leyendas similares en otras religiones de la Tierra sobre otros animales acuáticos, como por ejemplo los castores.
En Argentina y Uruguay, la carne sirve principalmente para hacer salchichas. Especialmente en la región de los Llanos, y a causa de los múltiples usos de este animal, ya hay intentos de criar capibaras en granjas con fines comerciales. Los propietarios de pastos también los persiguen, especialmente durante la estación seca, ya que consideran que los capibaras arrasan con la comida de sus animales.
Existen personas que creen que es bueno cazar a los capibaras por los supuestos daños que ocasionan en la agricultura; especialmente en las plantaciones, pueden causar una devastación considerable, y en algunos sitios se les considera una plaga.
Conservación y amenazas
Muchos de los hábitat adecuados para los capibaras se encuentran en regiones muy utilizadas para el pastoreo. Como los humanos preparan fuentes de agua para sus animales, minimizan la cantidad de carnívoros por medio de la caza y como los bovinos mantienen la hierba corta, en muchas zonas se ha producido un aumento de la población de capibaras. Censos de los latifundios bovinos de la región de los Llanos revelaron una densidad de entre cincuenta y trescientos capibaras por kilómetro cuadrado.
En las regiones en que son cazados en cantidades comerciales, como por ejemplo en muchas regiones de Venezuela, ya se consideran raros. En otras regiones, como en Perú, han desaparecido o su número se ha reducido drásticamente. Aunque, en general son abundantes y tienen en una amplia distribución, de manera que no se les considera una especia amenazada. Sin embargo muchas personas consideran que es cruel la matanza de dicho animal, ya que se hace a garrotazos, disparos o con perros de caza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario